Conversación nivel épico con mi madre.

Uno de ésos días que son curiosos, mi madre aguardaba en la cocina, cuando me llamó para decirme algo que parecía ser importante.

Yo acudí inmediatamente a su llamado-

—¿Que onda, que pasó? le dije.
Ella, con un tono entre reflexivo, pausado, meditativo y un tanto serio me dice (mientras va cerrando lentamente el refrigerador):

— Hija, no me gustaría irme de esta vida sin…
Yo, al escuchar esas palabras, no pude evitar entrefruncir el ceño, y deshorbitando un poco la mirada intentando buscar un poco el norte de la conversación, por lo que la interrumpo diciéndole —No madre, no pienses en esas cosas por favor…
Ella continúa, mientras por dentro me invadía una sensación entre duda y sorpresa, como si estuviera a punto de experimentar mentalmente esa sensación de balde de agua fría y aquello que estaría a punto de escuchar.

Sin embargo por la secuencia de sus palabras pasaron mil cosas por mi mente.

Palabras como “…. Me gustaría verte feliz, relizada, etc., no sé, había muchas posibilidades, o por lo menos cualquiera de esas frases que comunmente uno habría de esperar escuchar de sus padres (sin ser adivino). Sin embargo, nada estaba más lejos de mi pensamiento, y ¡de mi realidad!:

— Hija, no me gustaría irme de esta vida, sin haber cambiado este refrigerador por uno nuevo, metálico, pero de dos puertas.

Después de algunos puntos suspensivos, le respondí — !Oooooookay!

No pude evitar empezar a reírme, y decirle:

— ¿!En serio Mamá!?

Y bueno el resto es historia, nos atacamos de risa en ese momento.