La magia sucede.
Cuando dos extraños se conocen en un sueño…
puede sonar algo loco.
Sin embargo, así comienza esta historia.
El lugar: una casona de esas antiguas con un patio central de dos plantas, colorida y algo simpática en su interior, pues la decoración semeja retazos, muy al estilo kitsch. Hay también paredes blancas que emulan ser una especie de lienzos, predispuestos para ser llenados…
Voy subiendo por las escaleras, sosteniéndome de un barandal negro para ir directo hacia el segundo piso, que es a donde me lleva mi curiosidad… y ahí estaba ella, mi otra yo: la soñante.
Ella, (la soñante), tomó una hoja de papel de recicle, de mucho menos blancura que aquellas paredes, y comenzó a escribir.
Solo una hoja de papel y un bolígrafo de tinta negra es lo que tenía.
Las letras comenzaron a fluir e impregnar de textos aquel papel…
Para mí (la visitante), veía la escena como en una película, la atmósfera se empezó a tornar un tanto extraña, una visión entre acuosa y ensordecedora pero sin llegar a ser molesta realmente.
Intento acercarme a mi otra yo, doy unos pasos y hago un super zoom óptico, más no puedo distinguir las palabras escritas; tengo curiosidad, quisiera saber que es lo que está escribiendo “la soñante”.
Por el momento sólo soy una espectadora de una rara escena dentro de un sueño.
Empiezo a curiosear aquella habitación.
De repente, veo una mesita cuadrada blanca con una silla en el centro de la habitación, en ella se encuentra sentada una mujer vestida de blanco de cabello corto, rubio y con pequeños bucles alborotados.
No hay ninguna interacción, solo se que me ve, pero sonríe y me hace un gesto amable.
Mi otra yo continua escribiendo, ya va sobre el segundo párrafo escrito en aquella hoja suelta de papel.
En un abrir y cerrar de ojos, aquella mujer que se encontraba sentada en la mesita desaparece, y en su lugar reaparece un hombre jóven, de cabello medio castaño, piel trigueña y camisa sin mangas, bastante casual y de look desenfadado.
Acaso, ¿aquella mesita era una especie de portal y ellos eran pasajeros?, de ahí explicaría el por que la mujer se esfumó repentinamente.
Yo sigo observando la escena.
De pronto, él se levanta de la silla y se aproxima a mi otra yo (a la soñante), y le pregunta que és lo que escribe… mi otra yo, se sorprende abruptamente ante tan intervención inesperada, y reacciona cubriendo instintivamente sus letras.
Él se sonríe y le pide que siga con lo que esta haciendo.
Ella vuelve a sus letras un tanto aturdida, le cuesta retomar el hilo, pero va por el tercer párrafo, una especie de cierre. Comienza a escribir hasta culminar el escrito.
Él se siente curioso, sobre todo por ese último tercer párrafo.
Mi otra yo (la soñante) se levanta, no cree necesario mostrar sus palabras entintadas, pero aquel hombre joven curioso e inquieto, saca una moneda y le dice:
— Te pagaré 50 centavos si me muestras lo que has escrito en ese último párrafo.
La soñante se ríe y le responde.
— No tienes por que pagarme. Pero si lo deseas, te mostraré.
Después de una pausa, le entrega la hoja de papel entintada y ella (la soñante) le dice:
— … Si es que deseas pagarme, hazlo, pero cuando publique mi primer Best Seller.
Y ahi… Desperté.
P.D. Esta microhistoria ha sido una recreación de los hechos, inspirada en las últimas líneas de la conversación, y a partir de los flashes y retazos que se manifiestan de un sueño al despertar.
Gracias por leerme.