Posible título
Hay letras pequeñas que se convierten en grandes pensamientos (voz en off).
Esta es la historia de una pequeña historia sin principio ni fin.
(Y de pronto sé, que mi imaginación puede dar para más…)
{ Preámbulo }
¡Arriba y abajo!
Abajo, en un pequeño lago se hospeda el reflejo de un cielo, y en medio de esa inmensidad, entre el agua y ese azul cielo coexisten seres de naturaleza sólida, y otros tantos, un tanto… abstractos, llamados humanos.
Intro
Y aquí aparece Rumbel, un pequeño gorrión azul que se acerca al lago en busca de agua dulce, ¡pues muere de sed!
(continuando ésta historia desde el momentus)
En ese instante se acerca una niña llamada Sofìa…
Ella, por su parte, trata de sortear aquel pequeño lago sin percatarse de la presencia del gorrión.
Pero entonces, interviene Rumbel…
Rumbel: —¡Hola!, ¿Hacia dónde es que te diriges?
Sofìa, escucha una vocecita, tratando de descifrar de dónde es que proviene esa voz tan chiquitita. Mira hacia abajo y sorprendida reacciona:
—¡Pero qué diablos! ¡Un gorrión!, ¿Azul?… ¿Hablándome?! ¡Seguro será el efecto del antigripal! -piensa Sofía.
Rumbel: —¡No! No es el antigripal –añade la pequeña ave.
Sofìa: —¡Diantres! ¿Acaso es que también puedes leer lo que pienso?
Rumbel suelta una risa espontánea y pausada.
—¡Ja ja ja ja! ¡Niña!, no te has dado cuenta que lo has pensado en voz alta.
Sofìa: — Oh, ¡Cierto! (sumando con gracia su risa a ese momento tan extraño).
Justo como en un inicio lo advertí: entre el lago y el cielo hay un enorme espacio donde cohabitan seres de toda naturaleza.
Sofìa, de naturaleza curiosa, pregunta al pequeño:
—Bueno, ¿Y qué te trae por aquí, que tal las cosas allá abajo?
A lo que Rumbel responde:
—Digamos que… ¡Genial! Es decir, de aquí las cosas se magnifican tanto, como una especie de lupa… puedo incluso tocar mi cielo azul desde aquí. Yo suelo navegar en el viento; y a esas alturas, todo se ve tan pequeño. Generalmente solo toco tierra firme para descansar un poco, beber agua y partir de nuevo a donde me lleve el viento.
(Y ¿a donde va esta historia?, me pregunto yo…)
Rumbel: —Y tú, ¿que tal las cosas allá arriba?
Sofía: —¡Oh! pequeño gorrión. Desde aquí todo me parece tan normal. Puedo decirte que desde aquí el cielo se ve tan inmenso, infinito, sin principio ni final, y por sus dimensiones necesitaría una escalera de miles de kilómetros para poder alcanzarlo. Sin embargo, por ahora lo que roba mi atención es lo que tengo frente a mí, a nivel de calle. Si no me hubieses hablado, seguramente habría pisado tu hermoso cielo azul… Me alegra no haberlo hecho (afirma con una sonrisa).
Rumbel desvía su mirada hacia abajo, -hace una pausa-, y posteriornente gira su miradita en consecuencia hacia arriba… observando el mismo escenario azul, como si fuese la extensión de aquella postal impregnada en el piso.
Arriba, el cielo parece no tener frontera; Abajo, es sólo un fragmento de toda aquella inmensidad. Y entonces lleno de curiosidad, pregunta a Sofía… —Y… ¿Qué es lo que más llama tu atención?
Sofía: —Pues verás, sucede de todo.
Rumbel: —¿Pero que es todo?
Sofía: —Bueno… quizá “todo” significa que, aunque me suelo topar con el mismo escenario todos los días de camino a la escuela, ¡nunca es igual! Cada día tiene algo diferente.
Hoy fue un día inusual por ejemplo, ¿no crees?
Rumbel: Frunciendo un poco el ceño y ladeando su pequeña cabecita afirmó. —Tienes razón… Pero, ¡¿qué más?!
Sofía: —Puedo decirte que ahora mismo, hay un montón de personajes pasando por la acera de enfrente; unos van más de prisa que otros. ¡Hey! Algunos se detienen con el paletero de la esquina y desde aquí puedo ver también al señor que vende agujetas, ¡tiene docenas!… Puedo decirte que todo el ruido y el colorido se sincronizan y entonces ¡Parece todo un festín cotidiano!
Rumbel: —Es lo que me gusta al llegar aquí. ¿Sabes? Me gusta poder apreciar de cerca lo que no puedo ver a detalle desde allá arriba.
Sofía: —Pues a mí me encantaría poder volar como tú… y ¡poder llegar a lugares infinitos!
La pequeña queda como en un estado divagante y pensante, imaginando cómo sería lo que acaba de pasar por su mente microsegundos anteriores, cuando el sonido de un claxon la trajo de vuelta…
Sofía: —Pequeño gorrión! He notado algo que he pasado por alto el preguntarte…
Rumbel: ¿Qué cosa es niña?
Sofía: — ¿Hay alguna razón en especial por la que tú seas un gorrión azul? Digo, es algo inusual el color de tu plumaje. Jamás había visto semejante particularidad y mucho menos en un gorrión.
Rumbel: —Bueno niña, pues… verás. Tengo algo que confesar.
Sofía: — ¿Qué cosa?, ¡¿Qué cosa gorrión?! -pregunta inquieta.
Rumbel: ¿Ves aquel azul allá arriba en el cielo?
Sofía: —¡Si! y… que hay con eso? Lo veo todos los días.
Rumbel: Debes saber niña, que entre la noche y el día, hay un momento en que cambia el color de la atmósfera, pasando del negro noche donde se asoman las estrellas a un claro azul cuando despunta el amanecer. ¿Te has preguntado alguna vez cómo es que sucede eso?
Sofía: —La verdad no. Yo solo lo contemplo al despertar… o al anochecer. Y… ¿Cómo es que cambia de color?
Rumbel: Allá arriba, hay un grupo de seres que existen desde tiempos memoriales que se dedican a pintar el alba diariamente; uno de esos días, alcancé volar tan alto, ¡tan alto! que logré sobrepasar la altura de las nubes llegando al límite del cielo antes del amanecer. Los seres anónimos estaban por concluir su faena diaria, cuando de pronto, accidentalmente cayó pintura sobre mí. Y desde entonces soy azul.
Sofía: —¡Wow! ¡que increíble! Es por ello entonces que eres tan peculiar gorrioncito!, es por ello, que yo jamás había visto un gorrión azul!
¿Sabes algo?
Rumbel: ¿Qué cosa niña?
Sofía: —Creo que tu destino es llevar un trozo de ese cielo tan inmenso hasta aquí abajo por doquier, donde sea que estaciones tu vuelo… y poder percibir de cerca esa sensación de grandeza aún siendo tan pequeños, ¡y sentirlo! Gorrioncito, creo que hoy has traído un cachito de cielo hasta mí.
Rumbel: Jamás lo había visto de esa forma. Entonces, ¡a volar niña! A volar!
Después de esta breve conversación, los dos sonrieron. El gorrión azul abrió de nuevo sus alas; el semáforo cambio a luz verde y Elisa por fin cruzo la calle para seguir su camino, no sin antes llevarse consigo esa sensación de haber volado hasta alcanzar el cielo a través de aquel pequeño gorrión azul.
Ninguno de los dos pregunto nunca por sus respectivos nombres.
Ilustraciones: MoninaLab