Escenas que perduran en el recuerdo.
Al rescate de la memoria gráfica.
Se dice que una imagen vale más que mil palabras, y ¡es verdad!, pero… sólo a veces. Es casi un hecho que por tradición o quizá por alguna clase de enigma que nos caracteriza a la mayoría de los terrícolas es, que aquellas memorias que conservamos resultan estar retratadas en la colección de los álbumes familiares y que casi siempre, si no me equivoco se encuentran perfectamente acomodados en algún rincón del librero a los que en momentos de nostalgia o anhelo recurrimos a ellos.
Ésas fotos tan viejas y tan queridas que son como una especie de síntesis o remembranza que forman parte de lo que eres, o de lo que fuiste.
Últimamente, llegan a la memoria de mis recuerdos, ésos momentos que nunca fueron capturados ni con kodak, ni que están impresos en papel fotográfico… sino más bien preservados en la memoria que es solo de acceso personal.
El tocadiscos
Y es que… ¡Ese tocadiscos! El tocadiscos del abuelo. Es como una historia alrededor de ese artefacto junto a aquellos acetatos de vinilo.
Era como una especie de ritual mágico cada vez que se levantaba la cubierta para acceder al mecanismo. Porque he de recordar, que aquellas consolas fungían a su vez como una especie de mueble decorativo propio de la época, de colores entre caoba y miel de textura jaspeada simulando las vetas de la madera.
Ubicada en aquel entonces en la sala principal, que era y sigue siendo de dimensiones rectangulares; no era para nada pequeña, siempre cubierta con una especie de mantel con entre huecos y tejido a mano a gancho por la abuela María (quien era una experta en el tejido simétrico) y según recuerdo alguna que otra figurilla de cerámica sobre él.
El escenario
Recuerdo aquella sala llena de nosotros, los niños, mis primos de la edad, mi hermano pequeño y mis primas más grandes quienes estaban a cargo en ese momento de nuestro cuidado. Las recuerdo a ellas alegres en su forma y en su ser, así que no dudo que fuera su iniciativa finalmente el compartir aquellos momentos tan musicales y llenos de ruido. Bailaban, bailábamos, reíamos juntos. Y a veces…llegaba el abuelo, no hablaba… pero ¡bailaba! también, nos hacía reír aún más con sus movimientos tan desenfadados.
Es increíble, pero en aquel entonces el abuelo Ángel rondaba ya como por los 80 años, siendo un hombre longevo pero con mucho ánimo aún de integrarse a la algarabía.
Y bueno… ni que decir del repertorio musical. Recuerdo acetatos de artistas como Menudo, con el hit de aquel entonces “Súbete mi moto“, o temas como ¡”De quen chon“! del famoso Chichoche (de inconfundible overol mezclilla) y creo que, en gran media aquel repertorio estaba conformado por el genero “cumbianchero”, entre otros como trios y boleros.
Entre gustos versátiles
Y, además… como dato extra de último momento, me estoy enterando que el abuelo Ángel era fanático de una canción llamada “Casatschok“, de algún álbum que me resulta desconocido, pero que de acuerdo a mi padre, recuerda que mi abuelo solía reproducirla una y otra vez consecutivamente, brincando y bailando al ton y son del Casatschok.
Dos generaciones, o mejor dicho tres, contando con el abuelo, reunidas en aquella sala de llena de música frente a una consola unidos en un ritual de alegría, risas y recuerdos inolvidables.
El tiempo transcurrió… poco después de aquel entonces murió Chichoche, según recuerdo debido a un infarto; el grupo Menudo se desingtegró, pero luego se reencontraron haciendo un tour por toda Latinoamérica; la cumbia, sigue siendo el género por excelencia para ambientar las fiestas y nosotros… crecimos.
Nota adicional: Les invito a conocer como es que suena ¡Casatschok!
Es un verdadero placer leerte. Me inspiraste a escribir algo:
Imagenes, retratos de un ayer perdido.
Nubes espesas sumergidas
en el alfeizar del atardecer,
gritos que se ahogan en la ciudad gris,
Tonos sepia que toman vida
en los rostros del ayer,
en los rostros de aquellos
que llevan escrita la historia en su piel marchita,
en los cabellos perlados
y la sonrisa de antaño, que se acomodó
en una pequeña habitación
de un asilo olvidado.
Querida Paula, el placer es mío al leer estás líneas tan hermosas que surgen como resultado de una inspiración contagiosa y quedan como una instantánea en polaroid pero en movimiento constante para continuar contagiando y aterrizando todo aquello que surge entre las memorias o que parten de la imaginación, y que mejor que hacerlo a través de letras que se manifiestan en un espacio que ha sido creado con esa noble intención. Gracias por tu comentario tan motivante e inspirador; porque la motivación parte de la inspiración, y la inspiración es el generador de la motivación 😀